De esta manera aprendemos a envejecer creyendo que es inevitable deteriorarse y justificamos nuestros achaques como si fueran algo normal a nuestra edad. Lo hacemos con el dolor de articulaciones, la falta de memoria, el deterioro visual y un largo etcétera.

En mi opinión, en nuestra cultura confundimos mala salud con vejez y estoy convencida de que se puede llegar a viejito muy sano y morir sanísimo. La muerte no es sinónimo de enfermedad. Morir es natural, morir enfermo no lo es, pero hay que cuidarse día a día. El cuerpo necesita atención constante: nutrirse bien, moverse, emociones enriquecedoras y un pensamiento a nuestro favor y no desbocado por la inercia de la mente.