Las creencias que tienes sobre la salud y enfermedad, sobre tu capacidad de curarte, tu autoestima e integridad contigo mismo/a, son aspectos muy importantes para gozar de una salud óptima.

Aunque un antibiótico o un exceso de azúcar, por poner unos ejemplos, hayan podido ser los detonantes de una candidiasis, detrás de ello suele haber pensamientos, creencias, emociones y estados de ánimo (en este orden) que propician el medio para que se instale el desequilibrio.

Cuando trabajo en consulta no sólo les pregunto a las personas qué comen sino también qué sienten y piensan. Les invito a reflexionar sobre qué estaba pasando en sus vidas cuando apareció la candidiasis, cómo se sentían, qué estaban haciendo en ese momento, si se sentían felices o no, satisfechas o frustradas, si vivían con miedo o relajadas. Traer a la conciencia las circunstancias de entonces, nos puede ayudar a identificar las emociones vividas, y de ahí llegar a nuestras creencias y pensamientos que suelen ser el origen de nuestros desequilibrios físicos. Normalmente, lo que provocó la primera candidiasis suele repetirse en la vida de la persona con candidiasis crónica, aunque los personajes, lugares o situaciones hayan cambiado.

El caso de M.G. resume claramente esto. 

M., de 46 años, vino a consulta con severos síntomas de agotamiento, insomnio, depresión, nerviosismo, problemas de piel, alergias, caída del pelo, síntomas intestinales. Doce años atrás, comenzó una relación con un hombre posesivo y muy controlador. Alguien con el que poco a poco fue olvidándose de sí misma. Dejó de lado sus gustos personales, deseos y sueños para encajar en lo que ella creía que este hombre esperaba de ella. Durante este tiempo fue desarrollando todos los síntomas mencionados. Así pasaron los años hasta que, finalmente, cogió fuerzas para romper la relación. Durante un tiempo volvió a permitirse contactar con ella misma y comenzó a sentirse mejor física y mentalmente. Entonces entró en su vida otro hombre completamente diferente al anterior. Su relación era muy satisfactoria y buena, sin embargo, comenzó a sufrir de nuevo los síntomas de entonces. Ella creía que todos sus males se debían a su anterior relación. Por eso cuando volvió a sentir los mismos síntomas, a pesar de estar en un momento muy bueno de su vida, se vino abajo. Pensó que no se curaría nunca y le invadió un gran miedo de perder a su pareja por no estar, según ella, a la altura de la relación.


Hablando en consulta M. me comentó que al empezar esta nueva relación había comenzado a tomar la píldora, a pesar de que a los 43 años no era lo más recomendado para su salud. Detrás de esta decisión vimos que estaba la necesidad de complacer, agradar y de facilitar las relaciones sexuales. Le expliqué que este fármaco puede producir desequilibrios en el organismo. Sin embargo, no todas las mujeres que lo toman se encuentran mal. Por eso, me pareció importante descubrir qué había más allá de sus síntomas físicos.


Explicándole el funcionamiento de la píldora vimos que seguía reproduciendo su patrón emocional: La píldora paraliza la función ovárica que, en términos energéticos, es lo mismo que paralizar la energía creativa de la mujer. Esto nos llevó a recordar la relación con su ex. Una relación donde ella había reprimido su capacidad de ser ella misma y de crear su propia vida. Ahora, con la píldora, volvía a reproducir ese patrón pero en su parte física. No era de extrañar que se sintiera igual que entonces, a pesar de estar en una situación completamente diferente. El patrón seguía siendo el mismo: la desconexión de sí misma.


No siempre es agradable indagar en el aspecto emocional. No siempre es fácil. A muchas personas les resulta difícil ver la relación entre su mente y emociones y sus problemas de salud. Nuestra cultura y la herencia que hemos recibido de la ciencia en los últimos siglos nos dificulta este entendimiento. 

Nuestra visión de la salud es cartesiana. Descartes en el siglo XVII hizo una escisión muy clara entre el cuerpo y todo lo perteneciente a la mente, emociones y alma. Le siguió Newton con el concepto de que sólo la materia física es real y lo único que realmente importa. Desde entonces, la medicina se ha basado en atender y estudiar, principalmente, la parte física. Actualmente todavía permanece este enfoque en la medicina convencional, aunque gracias a científicos como la Dra. Candence Pert y los estudios llevados a cabo por la física cuántica, sabemos que la mente no sólo pertenece al cerebro sino que se encuentra en todas las células de nuestro cuerpo. Por eso, a la hora de tratar un problema de salud, no podemos separar mente y cuerpo. 

El tejido vivo genera energía. El organismo tiene un campo electromagnético generado por nuestros propios procesos biológicos. Este campo no sólo transmite sino que recibe y es a través de él que estamos en constante comunicación con nuestro entorno. 

En este campo están impregnadas nuestras experiencias, positivas y negativas, creando una carga que influye sobre nuestro organismo. Caroline Myss, una de mis autoras favoritas, dice “la biografía de una persona, es decir, las experiencias que conforman su vida, se convierten en su biología”.

Si te resulta difícil creer cómo la mente influye en el cuerpo y cómo tu mente puede influir en desarrollar una candidiasis, piensa en lo que ocurre en una fantasía sexual o en una pesadilla. En ambos caso la mente, el pensamiento, genera una serie de reacciones químicas y eléctricas que alteran el organismo, sin que haya habido influencia externa. Repito, únicamente con la mente. Piénsalo, en cuestión de segundos, sólo con la imaginación se pueden sentir los efectos de la excitación sexual. Recuerda alguna pesadilla que hayas tenido: en la tranquilidad y paz de la noche, tu mente durmiendo imaginó la peor de las historias, y despertaste con sudor, angustia, taquicardia, miedo, náuseas… y todo por imaginar algo que sólo ocurrió en tu mente. El cuerpo no distingue entre realidad y ficción. 

Mi primer contacto, obviamente sin yo saberlo, con el mundo de la física cuántica fue a los 5 años cuando comencé a estudiar piano. Mi primera profesora fue mi abuela. Por aquel entonces yo todavía no tenía piano en casa e iba a casa de mi abuela a tomar clases y a poder practicar un rato con su piano. Ella me enseñó a practicar en mi casa ¡y sin piano! Me explicó que hasta que pudiera tener uno, serviría que me sentara frente a una mesa y pusiera mis manos como si estuvieran sobre un teclado imaginario. Así practiqué mis escalas y mis primeras piezas musicales hasta tener uno de verdad. De esta manera aprobé mis primeros exámenes sin tener piano. Mis dedos obedecían lo que mi mente creía.

A los 17 años volví a conectar con el mundo cuántico y también a través de mis estudios de piano. En esa época tuve otra profesora que me hacía estudiar mentalmente las partituras de Chopin, Beethoven y Bach (las más difíciles del curso) antes de practicarlas en el piano. Insistía en que escuchara esas piezas en mi mente y que me imaginara ejecutándolas antes de comenzarlas a estudiar, así las aprendería mucho mejor. Entonces, no tenía ni idea que estaba estudiando piano con métodos revolucionarios.

El neurocientífico Joe Dispenza, en su libro El placebo eres tú dice: “Tu cerebro y tu cuerpo no saben distinguir una experiencia real de una imaginada, ya que neuroquímicamente son lo mismo”. 

Al haber experimentado en primera persona cómo con la mente podemos influir en nuestro plano físico, en consulta, y siempre que la persona me lo permite, intento trabajar incorporando la mente a los tratamientos.

Traté a una mujer que sufre una enfermedad muscular degenerativa y que desde pequeña está en silla de ruedas. Vino a consulta con un cuadro muy severo de candidiasis oral y vaginal. Comenzamos un tratamiento basado en la dieta antifúngica, suplementos nutricionales, y al cabo de un mes le recomendé empezar con los antifúngicos. Su metabolismo, al estar en silla de ruedas toda su vida, trabajaba a un ritmo más lento y eso hizo que le costara mucho poder tomar la dosis completa de antifúngicos, ya que cuando la subía le brotaban síntomas. Finalmente, y con paciencia, comenzó a sentirse mejor. 

Para ayudarle a activar el metabolismo y fortalecerle físicamente, le recomendé que se imaginara haciendo gimnasia cada día durante un rato. Le aconsejé ponerse vídeos de ejercicios y que los fuera practicando desde su mente. Con los meses, gracias a su tenacidad y práctica de gimnasia mental, comenzó a sentirse mucho más fuerte física y energéticamente. Ella me reconfirmó el indiscutible poder de la mente. 


Pero ¿cómo la mente influye en nuestro organismo?

La neurobiología ha demostrado que los pensamientos son vibración y química. Cuando generamos un pensamiento, se liberan unos péptidos o “moléculas de emoción”, así definidos por la Dra. Pert, los cuales dan pie a nuestras emociones. 

Las emociones son muy importantes ya que además de ser el vínculo de unión y de comunicación entre cuerpo y mente, gobiernan todos los sistemas del cuerpo. 

Los péptidos o “moléculas de emoción” viajan por la sangre hasta llegar a su destino: los receptores celulares específicos para cada uno de ellos. Una vez que estos péptidos entran en los receptores, las células reciben su carga, la cual les cambia su electricidad y química. Según qué receptores son lo que se activan, la célula se comportará de una manera u otra y esto se traducirá en grandes cambios en comportamiento, actividad física y estado de ánimo. Por ejemplo, no es lo mismo generar GABA, que es un péptido inhibidor, que glutamato que es excitatorio. 

Esta diferencia es muy importante. Cuánta cantidad de un péptido tengas en tu sistema y si ocupa o no los receptores de las células, puede tener un gran impacto en qué eficientemente funciona tu metabolismo, de qué forma digieres los alimentos o qué tan fuerte está tu sistema inmunitario para combatir una infección como la candidiasis. No olvides que los péptidos o “moléculas de emoción” pueden ser activados a través del pensamiento. Tu mente tiene la capacidad de modificar, para bien y para mal, el estado de cada una de tus células.

El principal sistema que controla la candidiasis es el sistema inmunitario.  Este no sólo tiene receptores de péptidos en sus células, sino que también los segrega y guarda. En otras palabras, el sistema inmunitario es capaz de enviar información a través de inmunopéptidos y recibir información a través de neuropépticos. Estamos hablando de una comunicación de doble sentido entre mente y cuerpo. 

Lo más interesante es que los neuropéptidos, en un principio, se descubrieron como sustancias generadas en el cerebro, pero años después se descubrieron neuropéptidos por todo el cuerpo. Según la doctora Pert: “Tu cuerpo es tu mente subconsciente… La mente está en todas las células del cuerpo… “, y, por lo tanto, también lo están las emociones. Por este motivo, no podemos hablar separadamente de mente y cuerpo. Ni tampoco podemos, a la hora de hacer un tratamiento, tratar única y exclusivamente la candidiasis sino a la persona con candidiasis.

Somos más que química

Si ponemos en una bolsa células, piel, sangre y todos los componentes de nuestro cuerpo, no fabricaríamos un Ser Humano. Somos más que esas partes, hay una fuerza vital, una energía, en nosotros. 

Nuestras reacciones a la vida no sólo están impregnadas en patrones bioquímicos de almacenamiento de memoria en nuestro cerebro sino también en centros energéticos de nuestro cuerpo que nos ayudan a nutrir nuestras células y órganos. 

Hace ya 5000 años la medicina ayurveda hablaba de centros energéticos del organismo o chakras. Cada uno de los chakras tiene su propia vibración y está relacionado con ciertos órganos y zonas de nuestro cuerpo y ciertos desequilibrios físicos, emocionales y mentales.

El cuerpo es como una radio, la cual necesita sintonizar las frecuencias para poder escuchar sus programas. Igualmente cada órgano y sistema corporal está preparado para absorber y procesar energías emocionales y psíquicas específicas y generar, a su vez, una vibración o energía específica. 

Las “moléculas de emoción” rigen todos los sistemas del organismo, desde la digestión hasta la menstruación, válvulas del corazón y sistema inmunitario, por mencionar algunos. Cuando la energía fluye sin bloqueos, la comunicación entre células, órganos y sistemas se da en sintonía y podemos hablar de salud. Por el contrario, si reprimimos las emociones, también estamos reprimiendo nuestras funciones orgánicas, dando lugar a posibles enfermedades. 


La coherencia entre cuerpo y mente



Muchas de las personas que vienen a consulta han pasado por un gran número de médicos, análisis, resonancias magnéticas, ecografías e incluso quirófanos sin encontrar nada anormal en su organismo, y sin embargo, sienten síntomas. Sin duda, sus molestias son reales a pesar de no tener nombre ni diagnóstico, pero, según las pruebas médicas, el cuerpo está sano. En realidad, si lo analizamos, el cuerpo no es el que tiene el problema, lo que falla es la señal que recibe desde el pensamiento y que hace que se comporte según esa señal. En otras palabras, el organismo está siendo coherente a la señal y orden que recibe. Si tu creencia es, por ejemplo, que eres enfermizo/a, generarás unos péptidos (“moléculas de emoción") que provocarán unas emociones acordes a esos pensamientos y, que a su vez, activarán las células para que actúen según esas emociones. Y así podemos tener un cuerpo sano y, sin embargo, sentirnos mal (obviamente, con el tiempo el cuerpo puede acabar afectado físicamente).


Según la doctora Pert, las personas percibimos lo que esperamos percibir. Desde el punto de vista anatómico, las “moléculas de la emoción” se encuentran en las zonas de nuestro cerebro encargadas de la percepción y nos condicionan según las experiencias previas. O sea, solemos estancarnos, tendemos a ver lo que ya hemos visto, hacer lo que ya hemos hecho y pensar lo que ya hemos pensado. Por eso, a veces nos cuesta tanto superar los problemas de salud.

La mente, el pensamiento consciente o inconsciente, rige tu cuerpo. Por eso es tan importante a la hora de hacer un tratamiento antifúngico (en realidad, de cualquier tipo), no sólo considerar la dieta, suplementos nutricionales y antifúngicos sino también poner conciencia plena a tus pensamientos y, por ende, a tus emociones. 

Mayo 2018.