El diagnóstico de parásitos…

En los posts publicados recientemente me he estado refiriendo a parásitos comunes, con los que convivimos normalmente. Parásitos con los que compartimos vida y, si estamos sanos y fuertes, no nos producen ningún síntomas. No estoy hablando de los parásitos que podemos contraer en otras zonas del mundo y que pueden ocasionarnos trastornos de salud muy graves. Este tema requiere otro enfoque.

Hablando de esos parásitos comunes en nuestra vida y que nos causan síntomas, su diagnóstico NO es fácil. En primer lugar, porque en la medicina alópata raramente se relacionan sus síntomas con una posible infección parasitaria. Por lo tanto, raramente se piden pruebas o análisis. En segundo lugar, en caso de que se lleven a cabo estas pruebas, como por ejemplo, un coprocultivo de heces, es difícil que se encuentren parásitos ya que estos normalmente se adhieren a la pared intestinal.

Existen otras pruebas (normalmente en laboratorios privados) más completas que sí pueden detectar con más exactitud si hay un sobrecrecimiento de estos microorganismos… sin embargo, tampoco acabo de confiar en ellas por varias razones: 1) el problema en muchos casos no está en la cantidad de parásitos que tenga una persona sino en la sensibilidad a sus toxinas  o el estado de su sistema inmunitario, incapaz de defenderse de ellos, aunque en mínima cantidad. 2) por otro lado, los parásitos y su toxicidad pueden habitar otros espacios en el organismo aparte del intestino, como hígado, pulmones, articulaciones etc.

Por todo esto, es muy importante si te haces pruebas y salen negativas, a pesar de tener síntomas, que no descartes nunca una infección. Los análisis deben servir para confirmar un diagnóstico, pero nunca para descartarlo.

El mejor diagnóstico es tener en cuenta la sintomatología, hábitos de vida (incluidos los sexuales), historial completo de salud y dieta.