La vulnerabilidad tiene muy mala fama. Se relaciona con debilidad, fragilidad, indefensión, sufrimiento, vergüenza...

Nos pasamos la vida tratando de ocultarla. Construimos un personaje con nuestras mejores “galas” para agradar, ser aceptados y queridos.

Pero, por otro lado, nos encanta disfrutar de películas, libros y música con personajes vulnerables. Pagamos entradas de cine para ver películas de Woody Allen, con su propio personaje de hombre inseguro, hipocondríaco, neurótico. Nos encantan los personajes como Brigitte Jones, insegura, torpe física y emocionalmente. Escuchamos y cantamos en bucle letras de canciones donde se llora por haber sido abandonado, donde se sufre por amor… y sin embargo, ocultamos la vulnerabilidad cuando se trata de nosotros.

La enfermedad nos hace vulnerables, y si no estamos acostumbrados a conectar y vivir con plenitud esa parte nuestra, nos va a costar mucho aceptar la enfermedad.

No sólo nos sentiremos mal físicamente, también durante el proceso de enfermedad (y recuperación) sentiremos miedo e impaciencia. En mi experiencia como terapeuta he visto más casos de sufrimiento por luchar contra la vulnerabilidad que por la propia enfermedad.

Sería bonito que viviéramos como seres completos más que perfectos.

Como dijo Osho  “es necesaria cierta oscuridad para ver las estrellas”.