Qué difícil nos resulta sostenernos en la incomodidad, ya sea física, mental o emocional.

A la mínima que tenemos un síntoma corremos a tratar de resolverlo para que desaparezca lo antes posible, sin darle tiempo al cuerpo a mostrarnos su enseñanza…

Cuando tenemos un problema le damos vueltas y vueltas para encontrar la solución, cuando con un poquito de tiempo y paciencia ésta se posaría en nuestra mente como una mariposa.

Necesitamos aprender a permanecer en la incomodidad un rato más de lo que lo hacemos habitualmente. Si dejamos de resistirnos a ella, dejará de ser una incomodidad y pasará a ser un espacio donde gestar, de forma natural, el siguiente paso de nuestra vida.

Una de las muchas enseñanzas del yoga es sostenernos en esa incomodidad.

Cuando estás en una asana molesta, incluso angustiosa, aprendes a permanecer en ella. Aprendes a respirar en la postura hasta que sientes que el malestar afloja y a partir de ahí aumentas en fortaleza.

Por eso el yoga sirve para la vida diaria. Te ayuda a adaptarte a las dificultades, a aceptar y respetar tus límites, a escuchar tu cuerpo, te proporciona flexibilidad y fortaleza física y mental, te ayuda en la concentración, a respirar en los momentos de tensión…

Apuntarme a mi primera clase de yoga vinyasa hace 14 años ha sido una de las mejores cosas que he hecho para mí misma.