Einstein dijo una vez que habían, básicamente, dos tipos de personas: las que confían en la vida y las que no. Y así lo he podido comprobar durante años en consulta.

Las personas que confían en la vida, se sienten respaldadas por ésta y no dudan de que todo lo que les pasa (bueno y no tan bueno) es para avanzar y mejorar. Confían en que su cuerpo tiene capacidad para resolver sus problemas de salud y no necesitan controlar los procesos de curación desde la mente. Aceptan la enfermedad como parte de su proceso de crecimiento. Pasan por los  tratamientos dando zancadas, casi volando.

Por el contrario, las personas que no confían en la vida, viven con la creencia de que todo lo que necesitan lo tienen que conseguir a través del esfuerzo, entendimiento y control. No aceptan la enfermedad. Se sienten aisladas, solas e incomprendidas. Creen que tienen que entender y controlar su enfermedad para poder curarse. Desconfían de su organismo igual que desconfían de la vida. Estas personas sufren de gran ansiedad porque para ellas relajarse y permitir que las cosas ocurran equivale a perder el control y perder la capacidad de curarse. En estos casos los tratamientos no suelen resultar fáciles y se alargan en el tiempo.

¿En qué bando estás tú? ¿Cómo concibes la enfermedad, como algo que te ataca y te somete, o como algo de lo que puedes aprender y utilizar a tu favor para modificar aspectos de tu vida? ¿qué te han enseñado sobre la enfermedad? ¿qué te han enseñado sobre la salud? ¿cómo te sientes anímicamente cuando te encuentras mal?.

Estar en el bando de la desconfianza no solo enturbia tu salud, también tu capacidad de recuperación... y sobre todo te cierra a recibir los regalos de la vida.